Solo. Donde arrecian los latidos. El jadeo inoculado rememora, pugnando al oteado reloj. Goteando tu retina en un arrullo. Registrando cada movimiento y sensación. Perpetuando tus labios que mecen mis temores. Restándole un resquicio al desconcierto; observándote con ternura y agitado desvelo; intuyendo duda, desconsuelo.
O evocando cada uno de tus besos
que vuelven a mi
eterno